Fast Fashion y sus consecuencias para el medio ambiente.

Fast fashion

En la sociedad actual, consumista y lineal, los cambios en las tendencias en el vestir han dado origen a un tipo de moda rápida, con ropa barata, un fenómeno global conocido como el fast fashion (comprar, lucir y botar), que ha potenciado el aumento de la producción textil, no por cubrir una necesidad humana, si no que por sumarse a las modas rápidas y la avaricia de quienes llevan una fabrica del rubro. La consecuencia para el medioambiente es terrible, y no solo por el consumo de agua o las emisiones de dioxido de carbono que implica la producción, si no que se generan enormes cantidades de desechos textiles., ya que hay prendas que nunca se llegan a vender. Por otra parte no podemos dejar de olvidar a quiénes están detrás de la ropa, quíenes trabajan en la industria muchas veces lo hacen en pésimas condiciones y a pagos abusivos con metas de producción diarias. 

Para la confección de hilados en fibras, tejidos y teñidos, entre otros procesos, se invierten grandes cantidades de agua. Algo similar ocurre con la producción de algodón no sostenible, en que también se gastan pesticidas y fertilizantes, Un estudio de la ONU de 2019, concluyó que la producción de ropa en el mundo se duplicó entre 2000 y 2014 y que se trata de una industria «responsable del 20% de las aguas residuales a nivel global». Así, para fabricar una camiseta de algodón, se invierten 2.700 litros de agua dulce, lo que equivale a la cantidad de agua que necesita consumir una persona en 2 años y medio de su vida.

Según la Agencia Internacional de la Energía, en 2015 la producción textil emitió el equivalente a 1,2 billones de toneladas de CO2, más que la suma de lo expulsado a la atmósfera por el transporte marítimo y por la aviación internacional juntos. Y el lavado de materiales sintéticos, podría generar hasta 0,5 millones de toneladas de microfibras al año que terminarían en los océanos, lo que representa el 35% de los micro plásticos liberados en el medio ambiente (AEMA, 2019).

Los residuos textiles se componen principalmente de prendas de vestir en desuso, calzado y telas que provienen de uso doméstico (pantalones, camisas, camisetas, abrigos, zapatos, sábanas, toallas y otros). En un alto porcentaje se trata de materiales reciclables, pero solo se recuperan para hacer ropas nuevas menos del 1%, según Circular Fibres Initiative, lo que supone una pérdida anual de más de 100.000 millones de dólares en materiales que no se aprovechan. Se estima que el 87% de los desechos textiles se queman en vertederos o va a parar a los mares.

En la actualidad Chile lidera el ranking en Sudamérica sobre consumo de ropa per cápita, ya que cada chileno consume alrededor de 50 prendas textiles (El Mercado de la moda en Chile, ICEX, 2021). Por otra parte, Chile es el primer importador de ropa usada en América Latina, provenientes de Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia. Así, tanto en Alto Hospicio, Iquique y en una parte del desierto de Atacama se encuentran gigantescos basureros de desechos de ropa, ya que cerca de 59.000 toneladas anuales entran a nuestro país, y al menos 39.000 toneladas terminan como basura escondida en las arenas (El mostrador, 12-11-21).

Pero algo muy positivo que ha surgido en Chile son diversos emprendimientos en torno al tema de los desechos textiles, que están convirtiendo, con esfuerzo e ingenio, un problema en una verdadera oportunidad. Así encontramos, desde la reutilización de las prendas, que están en buen estado para darles una segunda vida, como en La rebelde o empresas que gestionan el desecho textil, reconvirtiéndolo o reciclándolo.